Estimadas pupilas:

Todo el mundo tiene un valor de Mercado o si lo queréis decir según la terminología usada por algunos expertos americanos en el mundo de las citas, todos llevamos una etiqueta con el precio de venta colgada del cuello.

Básicamente todo se reduce a ¿Es lo mejor qué puedo obtener?

¿Es atractivo?

¿Es inteligente?

¿Tiene papada?

Algunas antoñitas se ven seducidas por los hombres con traje porque los asocian inconscientemente a puestos ejecutivos y decidme que os diga algo, la gente del Círculo de lectores también lo sabe y por eso aporrean vuestra puerta ataviados con su punto de lectura y su corbata.

Otras rechazan a hombres más bajitos, con el socorrido “No es mi tipo, tengo debilidad por los grandullones con cara de niño”, y no queridas no es que sufran una tipo de filia extraña por los osos gigantes de peluche sinó que secretamente ambicionan transmitir los genes de la altura a su futura prole.

Es importante que entendáis que todas estas elecciones, se hacen de forma insconciente. Posteriormente lo aderezamos con argumentos del tipo “no he conocido a nadie como él” “es como si hubiésemos estado juntos toda la vida” “Oh Diós,…no me ha dejado dormir en toda la noche” y decimos que estamos enamoradas.

Y estamos enamoradas sin duda, aunque la verdadera razón de la elección de Él es que probablemente nuestros hijos no se parecerán a Danny de Vito.

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